He aquí la primera reseña de la 'semana distópica', la cual tiene una portada, que como pocas veces, gusta aún siendo completamente diferente a una de las originales. La original está llena de luz, pero en la española reina la oscuridad; y una vez leído el libro debo decir que le encuentro más lógica a la portada que tengo entre manos que a la del otro lado del charco.

La historia transcurre en Ludania tras haber sido el centro de unas guerras cruentas (¿hay guerras de otro tipo?) para imponer un tipo u otro de gobierno. Fueron años muy convulsos y al terminar también cambió la sociedad tal y como se conocía. No hablamos de clases sociales tal y como nos enseñaron en el colegio, sino que además de diferenciarse entre ellos por su poder adquisitivo, también les diferencia la lengua, el idioma que hablan.

Este elemento me encantó, esta diferencia es 'la gran diferencia', un abismo. Dentro de una ciudad viven gentes más o menos pudientes, por lo que cada uno de ellos tiene un idioma diferente, y aunque hay uno más o menos universal para poder hacer vida normal y que todos se entiendan, ya no estamos solo frente a la típica diferencia de clases que se observa por las ropas o modales. Si yo soy barrendera tengo terminanatemente prohibido conocer la lengua del noble y viceversa. Es una escisión bestial.

¿Problema? Que la protagonista (Charlaine) sí entiende todas las lenguas y no porque las haya estudiado. Simplemente las entiende, lo cual conlleva morir en la horca. Por ello se entiende que Charlaine tenga que ser extremadamente cuidadosa en todo momento para no levantar sospechas, y terminar en la plaza con una tosca soga en su cuello.

Aunque de vez en cuando tiene algún que otro descuido a la hora de guardar su secreto, lo realmente duro no empieza hasta que una snob intenta que la sentencien a muerte (cualquier delito implica que te maten), apareciendo casi de la nada más personajes, tales como Max y sus files acompañantes. No cuento a los amigos de Charlaine porque salen desde el principio.

Lo bueno que tiene el personaje de Max es que aunque se enamora de ella, no es tan cansino, stalker y empalagoso como otros personajes masculinos. Ninguno de los dos nos viene con la cantinela de que se les olvida respirar en cuanto ven al otro, a nadie le flojea las piernas ni tonterías por el estilo. Se van viendo, tienen sus tiras y aflojas, sus flirteos y poco a poco, gracias a una relación 'sana' (todo lo sana que puede ser una relación en una novela juvenil), se enamoran. He aquí otro punto a favor de la novela.

Con Max llegarán los problemas para Charlaine, problemas de toda índole que la meterán de cabeza en una lucha contra el poder establecido aún sin quererlo. Ahí conoceremos a más personajes, habiendo un par que sorprenderán bastante.

'El juramento' no es un libro que se salga mucho de lo normal o que tenga algo que lo diferencie de otros, no aporta nada nuevo, pero conforme está escrito hace que la lectura sea muy amena, divertida y ligera. Además cuenta con que es una distopía (algo que por lo visto vende muchísimo ahora), y fantasía, mucha fantasía, tanta que a veces se duda que estemos ante un distópico. Creo sinceramente que ese gran toque de 'magia' hace que la novela sobresalga, se diferencie en algo del resto de libros de la misma temática y así atrapa al lector.

Para terminar os diré que aunque sea un triología no hay problema ninguno, ya que 'El juramento' tiene un final lo bastante cerrado como para no seguir con la saga.